Ser bacteria

Arehf Palacios


Vestir como hombre-bomba de lo ajeno,
desterrar al patriota que llevamos dentro,
estallar a causa una fiebre migratoria
e infectar de extranjería las plazas principales.
Enfermar de mundo al mundo.
Hacerlo toser hasta los huracanes,
para que escupa todas las fronteras.

Asistir a la cena de bienvenida
con un pomito de cianuro en el bolsillo,
servirlo en la copa del huésped cuando se levante
y brindar
en nombre de todos los muertos que dejó su guerra.
Contemplar la revancha
como un pobre eufemismo para la frase
“reparación del daño”.

Morir, al fin
sabiendo
con certeza absoluta
que siempre fue la tierra
de ambos cuerpos, el único
lugar de nacimiento,
y que muerte es sólo un nombre
más, para llamar a la puerta
que nunca nadie pudo
ponerle al campo.


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