El butoh en lxs cuerpxs

Shakti González


Tres series de preguntas para tres interlocutorxs

I.

¿Qué órgano es aquel que captura la consigna y la traslada al cuerpo?

Órgano acaso sutil o también probablemente compuesto por varios elementos, seguramente participa tanto de consciencia como de inconsciencia. Donde mente, cuerpo, lenguaje, y otredad se unen, surge este aparato. 
  Pero ¿cuándo no se unen? La imagen poética de la consigna eclipsa la soberanía del instrumento que divide mente de cuerpo. Ese instrumento que divide nos es muy familiar; es útil para un ejercicio analítico de la consciencia y sus gestos reflejados en el cuerpo, pero no lo es para el ejercicio poético. Aún hay cosas en donde pensamos la dicotomía exterior-interior como una verdad mutuamente excluyente. Los secretos, un ejemplo. 
  Pensamos el cuerpo, el lenguaje y los secretos como si tuviéramos elección en abrirnos o cerrarnos a lo otro. En el intersticio entre imagen, razón y danza se abre un espacio de preguntas e incomodidades, de consciencia de la separación. “¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué lo hice? ¿Me veo ridícula?”

¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué lo hice? ¿Me veo ridícula?

El cuerpo del loco, del delincuente y del enfermo me cuentan una historia que revela y miente. ¿Cómo se mueven? ¿Cómo se miran?
  Pienso que el enrarecimiento que generan estos cuerpos y sus movimientos en la mirada del espectadorx es una relación entre mirada y cuerpo que caracteriza también al butoh. El aire entre aquellx que mira y aquellx observadx se densifica, se expande. Prolonga el encuentro, siendo el encuentro la sincronía afectiva entre cuerpo que mira y cuerpo que danza. Aquello que llaman “poder cortar el aire con un cuchillo”. No llega el encuentro, no llega el asentimiento en donde el cuerpo que mira absorbe y siente: “sí, esto podría haberlo bailado yo”. El aire es tan denso y tan lenta la mirada. 
  Es precisamente el vínculo la densidad incómoda que les separa afectivamente. Pienso sin poder evitarlo en los brownies y en su azúcar glas. ¿Cómo los separas?
  ¿Existe algo como hacer las cosas independientemente del público que las observa? ¿Existe hacerlas para ti? ¿Hay algo así como la mirada ajena? ¿O está imbuida siempre dentro de la propia? 

¿El juicio es la herramienta analítica que separa afectos?

El juicio es un afecto. El pensamiento es corpóreo. El rechazo es vinculante. No hay mirada que repruebe sin observación. Una observación comprometida con el rechazo y con la permisividad. “Pero al menos tiene la valentía de hacerlo”. ¿Valentía por qué? ¿Tú crees que el loco, el delincuente y el enfermo son valientes? ¿El perro de Bacon es valiente?

Pero preguntarnos esto sería insinuar que la inspiración que toma el butoh de los cuerpos marginales es un mero extractivismo estético.

Y comentar eso sería asegurar que no es ya la carne del danzante de butoh una carne de origen marginal. 


II.

¿La premisa es propósito?

El propósito preconcibe el efecto que se habrá de tener sobre lo otro. La mano que titubea y olvida su propósito trastabilla entre significados. Ese es el intersticio entre gesto y gesto que busco, al menos, para empezar. La brecha sin significado.

¿Quién decide la premisa que se baila?

Creo que a veces le temo al tiempo alegre de los otros cuerpos. Me recuerda al propio, y al deseo sin bordes. A la capacidad sin límites del gesto. ¿Cómo puedo llevarme, en la confrontación de nuestros cuerpos al bailar, una dicha indeleble sin tener que pasar por la miseria de ver mi goce inalcanzable en ti? Mediante la premisa. Ella es quien media gesto, goce, observación y vivencia. Es la intermediaria que nombra el futuro del cuerpo y de mis relaciones con lxs otrxs.
  El cuerpo vacío recibe una premisa que le dirige notablemente. La premisa se decide mediante una serie de obstáculos que se imponen al cuerpo y al lenguaje que lo impacta. Se genera un espacio de laboratorio de prueba y error donde el cuerpo explora sus traspiés, sus aciertos, sus densidades y sus tiempos. 
  Comienzas a usarte como instrumento. ¿Qué es ese instrumento? Luego te habita una traición creciente, irrefrenable y fatal contra ese instrumento.


III.

El butoh como poesía expandida. ¿Qué se expande? Seguramente no la representación de un lenguaje convenido. Pero al ver sus cuerpos, veo perfectamente la premisa que encarnan y transmiten. ¿Cómo puedo saber qué consigna les dictaron en secreto a sus cuerpos sin que haya un ápice de representación, sin que haya un dictador palabra y un siervo cuerpo? ¿Qué densidades y tiempos nos unen sin remedio y nos concatenan en una serie de resonancias de significado? En este juego entre mentira y visibilidad, el cuerpo siempre es el que gana. Y gana con simplemente estar en el intersticio, el lugar entre carne y palabra que es la danza butoh.


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