Arehf Palacios
Una calle larga, interminable. Una calle desconocida y, sin embargo, familiar.
Amanece apenas, y la calle está vacía. Repleta de nada. La calle ha de tener comercios, edificios, oficinas, puertas, casas, gente; cosas que le den razón de ser calle, pero que no existen aún.
No existen porque la calle es todavía sólo una posibilidad por ser caminada. La calle aún no es calle: es una brecha cristalina que se extiende cuesta abajo y cuesta arriba.
Amanece apenas. La calle está a punto de conocer los pasos; a punto de ser transitada por unos cuerpos e invadida por unos pies. El caminar hace la calle, con ello se dirige a alguna parte.
La calle por el todo. Sinécdoque de la urbe.
Amanece apenas
y la respiración negra de la metrópoli no permite al sol salir.
Amanece apenas
y los ríos de chapopote ya son estultos.
Amanece apenas
y la mañana se encuentra agotada.
Amanece apenas
y los hombres del alba, maletín en mano,
jamás se sintieron tan derrotados.