Arcelia Julián y María Arcadia
¿Cuál es el color de las cosas?
Las cosas no tienen color; es la luz la que colorea las cosas. Lo que percibimos es el cambio de intensidades entre luces y sombras; vemos el contraste, el claroscuro1. La opacidad y la transparencia, la reflexión y la absorción de luz en la materia; la cualidad de la fuente luminosa, su mezcla o su pureza; la sensibilidad espectral del ojo, el nervio que recibe estos estímulos y la corteza visual que los vuelve percepción: por todo ello vemos colores en el mundo.
Los colores son metáforas: el resplandor de la luz como metáfora del esplendor.
Georges Roque2
Pero el color es, además de luz, sensación, lo que nuestro cerebro saca en limpio de la percepción3. Así cada color tiene su propio carácter y deja su impronta en la retina, en las células, en el cuerpo.
Color caluroso, es nuestro sol interno.
Rafael Vargas4
A su amparo los campos musculares,
los árboles arteriales, los venenosos arbustos y la hierba capilar se irrigan
y crecen.
En un plano más sutil, el color trasciende lo sensorial y se abre camino entre la memoria, la cultura y el lenguaje.
¿Cuál es el lenguaje del color?
Los poderes intrínsecos del color en estado puro5 nos llegan como relámpagos que nos sacuden, nos suceden dentro, en un centro incorpóreo. Es imposible hablar del “color por el color“ desde nuestra concepción mental. Lo puro del color solo puede contemplarse desde lo puro de la intuición, que es, ante todo, silenciosa y que no se asocia con palabras, atributos ni descripciones. Al ver el azul del cielo, por ejemplo, lo que observamos es esencialmente una ilusión: lo que vemos no es azul —y tampoco es cielo. Por ello cualquier acercamiento al color será entonces un dilucidar desde la convención de que a la luz en el espacio se le puede contener, nombrar y colorear dentro de una forma, dentro de un símbolo, dentro de un lenguaje:
Ahora, rojo es el lenguaje,
Francisco Hernández6
rojo como mi lengua cuando pasa
sobre la flor labiodental del flamboyán.
Ahora, tu cara es roja,
roja como cuando se enfrenta a
la rubicundez arrugada de mi cara.
Ahora, más que nunca,
rojo antojo de tus grandes ojos.
(Sobre una llave de agua,
canta un gallo blanco
a punto de enrojecer.)
Se dice que el mundo anterior al devenir humano era rojo, y que rojas eran las aguas primordiales de las que surgió el tiempo7. Rojo fue el primer continente al principio de su historia: tierra de las “viejas areniscas rojas”8, fértil vientre de arcilla con la que fue creado el primer hombre. Rojo es el cordón umbilical que nos une a la madre. Rojo es el pulso palpitante del mundo, el hilo rojo conductor de vida. Rojo, el primero de todos los colores.
Los numerosos mitos que evocan la génesis de la Tierra la describen de color rojo. Y la ciencia ha puesto en evidencia que el pigmento más extendido en la superficie del globo es el óxido de hierro, que se vuelve rojo en cuanto se altera.
Anne Varichon9
¿Cuál es la impronta del color?
Desde sus inicios, la humanidad ha dejado su impronta en todo lo que le rodea, desde piedras y cuevas hasta en la piel y en la vestimenta, encontrando en el rojo el color de su huella. A lo largo de la historia se han utilizado diversos recursos naturales para teñir de rojo, como la hematita, el tezontle, el cártamo y el kermes. De todos ellos, el carmín de la grana cochinilla —insecto parásito del nopal— es considerado el más intenso de los que se puede obtener. En el periodo prehispánico era tan apreciada la grana cochinilla que constituía uno de los principales objetos de tributo impuesto a los pueblos vencidos10.
Las mujeres públicas, tienen también de costumbre teñir los dientes con grana y soltar los cabellos para más hermosura.
Fray Bernardino de Sahagún11
En la época Colonial, se exportaba en abundancia junto al oro y la plata, siendo un tinte de gran valor comercial y cultural, puesto que con grana se tiñen alimentos, madera, piedras, textiles, trajes, vasijas, plumas; tintas para códices y para decorar las casas y edificios; hombres y mujeres la utilizan como cosmético y también con fines medicinales12. Hoy en día la grana cochinilla sigue siendo un tinte inocuo con tal riqueza en su uso y aplicación que ha generado diversas líneas de investigación sobre la obtención del color rojo a partir de un insecto.
¿Cuál ha sido la percepción del color?
Amplios son los distintos usos del rojo en toda civilización y época. En China, se le asociaba con la buena suerte. Para los egipcios, presagiaba peligro. Los árabes lo relacionan con la virilidad y en Roma con el poder.13 En Mesoamérica, el rojo era un elemento característico del dios viejo del fuego, pero al mismo tiempo representaba la juventud, la vegetación y el hombre.14 En un estudio de la “Historia de su significado y fabricación”15 se muestran algunos de los siguientes ejemplos: Un simple hilo rojo puede asegurar la protección del individuo; puede servir también para proteger a las cosechas, como amuleto para los casados o como una protección que la mujer encinta, árboles y animales llevan durante el eclipse. Puesto sobre un cadáver, aleja a los malos espíritus. En China y en la India se inserta a veces una línea de caracteres rojos en medio de un texto impreso con tinta negra para proteger al lector de los espíritus malignos que pudieran surgir del libro.
El color rojo protege también a los animales domésticos; entre los beduinos (árabes nómadas) las mujeres tiñen de rojo la lana de las ovejas que dan leche al rebaño, y se escoge ese color para mantener a distancia a los malos espíritus haciéndoles creer que los animales están heridos o muertos. En China, al niño a quien se le atribuye el poder de ver a los espíritus, su madre le hace saquitos con telas rojas que contienen cinabrio para ayudarlo a tener valor ante esas visiones que lo asustan. En Japón, para conjurar las epidemias de viruela se ofrecían origamis teñidos de rojo a las divinidades sintoístas. También se podían frotar esos origamis rojos en el cuerpo de los enfermos y arrojarlos al fuego o al agua de un río para que se llevaran con ellos la enfermedad. En Roma también se apretaba una venda roja contra las heridas para retener una hemorragia.
El rojo es también el color del privilegio; refleja a menudo las responsabilidades que encarna un miembro de la comunidad, ya sea que esté encargado de su subsistencia o de salvaguardar su identidad. Los jefes guerreros o los religiosos llevan a menudo este color como señal de poder. Los cardenales y sacerdotes acostumbran portar indumentaria roja para representar el poder y la gloria del papado, así como su conexión con el pasado imperial Romano16. En Oriente, el rojo profundo de los tejidos con los que se envolvían los soberanos de la antigua Persia se debía a las flores anaranjadas —el cártamo— de los tintoreros. Los sudarios de las personas importantes son rojos en África, como entre los congo de África central, mientras que en Nigeria se colocaban telas rojas sobre el techo de la cabaña donde se velaba el cuerpo del notable fallecido.
El rojo evoca el poder hasta en la muerte. Ciertas culturas ancestrales en Paracas, Perú, envolvían a las momias con textiles rojos bordados con motivos sobre la muerte y la reencarnación. En los rituales funerarios budistas, el lazo que une la muerte a la vida se encarna en una copa de vino tinto, que simboliza la sangre que luego es bebida por los hijos para que su alma encuentre paz. En el Magreb y en Oriente Medio, se solía colocar henna sobre el cuerpo del difunto.
El color rojo es también un ornamento de guerra. En Israel, los guerreros antiguos se coloreaban los cabellos color rojo sangre con orina de vacas que hubieran comido una planta tintórea. Los Mauríes se untan de ocre rojo antes de los combates de rituales. Para algunas culturas, la hematita es un mineral generado a través de la sangre de los antiguos guerreros, por eso es roja.
Hablar del rojo es hablar de la energía luminosa del sol, del poder, del fuego, del deseo y del amor. El rojo es el color de la vida y de la muerte, de la sangre y la fertilidad, asociado con una actividad ceremonial o ritual, con la sensualidad y el renacimiento.17 El rojo posee cualidades de lujo, fiesta, opulento y contento; es bandera, rebozo, joya, fruta o sentimiento.18 En definitiva, el color rojo está siempre en función de un cuerpo; fuera de él es evidencia de muerte, pero en su interior es el motor que anima a la vida.19
¿Cuál es la vida del color?
Hemos visto que el lenguaje del color es intuitivo y silencioso, por lo que solo podemos expresarlo desde lo simbólico. De igual manera, solo podemos vivir el color en la intensidad de su poesía:
Rojo es el lodo de la carne, el dolor del cuerpo,
la luna y la fertilidad de la mujer,
la sangre de los antiguos guerreros,
la misma sangre roja que beben las deidades.
Roja es la tintura en las pieles del venado,
y en las pieles del sacrificio.
Rojos son los huesos preciosos de los difuntos,
la pintura de las pirámides y la tinta de los códices.
Rojos son los taludes de la Primera Montaña,
como rojas son las estelas de Calakmul;
y la piedra de sol que tiñe a la ciudad.
Busco el sol de las cinco de la tarde
Octavio Paz, Piedra de Sol
templado por los muros de tezontle
Rojo es el color del Este,
el rumbo de la aurora,
el lugar de los dioses jóvenes,20
el milagro ardiente del sol al atardecer.21
Roja es la punta del incendio,
la belleza trenzada de lo terrible;
color de lava fría, penumbra del volcán.22
Rojo es el tacto,
rojo el delirio,
roja la inminencia.
Rojo es el sabor,
rojo el ritual,
roja la advertencia.
Rojo es el deseo,
roja la poesía
roja la geometría de la sandía.
Cuando la forma se tiñe de rojo,
se vuelve una forma infinita.
Cuando el movimiento se torna rojo,
deviene en un flujo atemporal.
Cuando el cuerpo se pinta de rojo,
se transforma en espíritu,
y su danza
en trascendencia.
El corazón danza el rojo de la sangre, porque
Perder el rojo es perder la vida.
1 Ana María Cetto, “En blanco y negro”, en La Luz. En la naturaleza y en el laboratorio, Fondo de Cultura Económica, 2012, p. 17.
2 Georges Roque (coord.), El color en el arte mexicano, edición de la Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, México, 2003.
3 Karl Gerstner, “El universo del color”, en Las formas del color, España, Hermann Blume, 1988, p. 12.
4 Rafael Vargas, “Palabras para un color que no conoce sombra”, en Artes de México. Del rojo al rosa mexicano, N. 111, p. 9
5 Karl Gerstner, op. cit. (nota 3), p. 13
6 Francisco Hernández, op. cit. (nota 4), p. 9
7 Diana Magaloni, “La sangre del tiempo”, op. cit. (nota 4), p. 19-25
8 Anne Varichon, “Rojo”, en Colores. Historia de su significado y fabricación, Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 2018, p. 85
9 Op. cit. (nota 8)
10 Ignacio del Río y Dueñas, Grana Cochinilla Fina. Regalo de México para el mundo, Oaxaca, Proveedora Grafica de Oaxaca, 2016, p. 26
11 Fray Bernardino de Sahagún, “Historia General de las Cosas de Nueva España”, op. cit. (nota 10), p. 27
12 “Industrias en las que se utiliza actualmente la grana y sus derivados”, Capítulo VII, op. cit., (nota 10), p. 75
13 “Rojo. El color de la vida. Simbolismos y usos en la época prehispánica”, en la revista Arqueología Mexicana, Editorial Raíces, junio de 2018, N. 80, p. 20
14 Op. cit. (nota 13), p. 24
15 Op. cit. (nota 8), p. 89-118
16 “Los colores, historia de los pigmentos y colorantes”, citado en Ignacio del Río y Dueñas, op. cit. (nota 10), p. 36
17 Elena Phipps, “La cochinilla roja: una historia del arte universal del color”, en Rojo Mexicano. Coloquio Internacional sobre la grana cochinilla en el arte, México, Instituto Nacional de Bellas Artes, 2017, p. 47
18 Juan Carlos Pereda, “Orozco, Tamayo, Izquierdo. Tres pasiones fraguadas en rojo”, op. cit. (nota 4), p. 50-59
19 Leopoldo Trejo Barrientos, “Roja, la preciada vida entre los totonacos”, op. cit. (nota 4), p.31
20 Op. cit (nota 13), p. 16
21 Ramón Valdiosera, op. cit. (nota 4)
22 Referencia a Antonin Artaud, comentario sobre obra de María Izquierdo, op. cit. (nota 4), pg. 57