Un atrás con el gesto desdibujado, un borramiento de la historia.
Desdibujar el rostro, acto brutal que apenas se nota. Así es como hacemos con la historia: borramientos de tajo, imperceptibles. En un ejercicio cuasi simultáneo, cuando se te desdibuja el frente, el rostro, la identidad, se abre el atrás: una presencia otra, una vida otra, una historia otra. Ese atrás, el caminar. Vas a comenzar a caminar en un laberinto, el atrás va a tener ese convencionalismo en donde el detrás es una especie de frente, pero caminar al interior del laberinto te va hacer darte la vuelta, caminar en reversa, caminar hacia el frente. Porque esta es la vida en los laberintos, el atrás siempre desea tocar algo ¿qué buscará? caminando en medio de este laberinto, algo busca, algo desea el atrás. En algún momento el atrás va a comenzar a tener gestos cotidianos, te preguntarás: “¿cuál será la cotidianidad de este atrás?” Cuando te encuentras caminando por un laberinto en búsqueda de algo, persiguiendo quizá tu deseo, un poco errante, con el gesto frontal desdibujado: el acto brutal de borrar la historia, ¿cuál será la cotidianidad de este atrás? en la cotidianidad de este atrás surgen los actos cotidianos propios, las velocidades que te transitan en un día: comer, saludar, dormir, mirar un atardecer, hacer el amor, una noche de insomnio, jugar con unos niños, mecer a un bebe, parpadear, saludar a alguien, vestirse, desvestirse, comer, ir a la cocina, maquillarse, hacer el amor, pasear a los perros, ver a un perro ladrar un poco y luego hacer el amor, dormir; inmensas noches de insomnio, parpadear, mirar un atardecer… – y además del gesto cotidiano, tienes la velocidad del gesto, es distinto el tiempo entre un acontecer y otro – … un paseo en auto, un atardecer, correr por el parque, escribir, ir al baño, sentarse y leer un libro, fumar un cigarro. Te aparecen los gestos, la velocidad de cada acontecer con tiempos tan distintos. Desvestirse, tomar una ducha, hacer un fuego, mirar de noche las estrellas, largas noches de insomnio. No sólo en los brazos están los gestos, sino que están en el torso, en las caderas, están en las piernas, el acontecer te toma todo el cuerpo porque es tu cotidianidad: dormir, llorar, reír a carcajadas, ser golpeada por una ola, maquillarse, mirarse frente a un espejo, vestirse, correr por el parque, mirar un atardecer, los gestos te toman todo el cuerpo; pero además tienes el tiempo de cada acontecer, porque la velocidad con la que haces el amor y con la que miras un atardecer no es la misma y eso se te ve en un despliegue eterno del presente, porque si una estrella brilla más hoy, también se te ve. Los gestos y sus velocidades: caminar por un laberinto, perseguir un deseo, y el gesto desdibujado de la frente, una mentalidad como un vestigio, en ese trazo brutal con el que la historia se borra, como si fueses detrás del tiempo, antes del tiempo… sí, sí la velocidad con la que haces el amor no es la misma que la velocidad con la que contemplas un atardecer, un despliegue profundo de presente, irremediable presente que te toma sin escrúpulos, tu propia cotidianidad, huella de un presente que transcurre… Recuerdas que hacía poco perseguías tu deseo, de pronto te vas a encontrar frente a él, frente al deseo y te vas a ir acercando hasta tocarlo y cuando lo tocas algo va a suceder, porque cómo no podría suceder algo… con lo poco o lo mucho que sabes, vas a acercarte y lo vas a tocar, cuando lo toques, cuando esa parte de tu cuerpo lo toque algo va a suceder porque cómo no podría suceder algo, porque incluso esperas que suceda algo, o sea eso es parte también de tu deseo: que algo suceda que algo distinto suceda, que estalle el mundo, que todo implosione, algo, algo suceda y es que cómo no podría suceder algo, y sí quizá esto es parte de tu deseo que estalle el mundo, que implosione, que se rompa todo en mil pedazos, que se rompa la tierra, que emerja un volcán, que la sangre te palpite, que los ojos salgan de sus cuencas, que el cuerpo se te quiebre como cristal, ¡sí!, quizá todo eso te suceda, tu deseo es que suceda algo, algo… si llegaste a tu deseo, lo tocaste por primera vez, cómo saber qué es lo que tanto esperabas… si tu deseo es que algo suceda, cómo no podría suceder algo, que estalle la tierra, que explote todo en mil pedazos, que te broten los ojos de las cuencas, que la tierra se abra, que te quiebres, que emerja un volcán, lo que sea, pero algo, que algo por favor suceda, casi es una súplica, ¡por favor que suceda algo!, porque cómo no podría suceder algo, ni siquiera eso es posible… y en medio de todo esto que te ocurre, en medio de todo esto que te va sucediendo, en algún momento, te vas a aquietar y te vas a ver tan sólo como un gesto desdibujado, un acontecimiento que borró la historia, una historia difusa, te vas a ver así, así has quedado, no te tienes lástima, no sientes ni nostalgia, caes en un olvido profundo y el olvido tiene un tiempo similar al del sueño, atemporal quizá, es un olvido de pie, un acontecer olvidado, una historia que ya nadie cuenta, que tus vestigios pueden decir muy poco de ti mismo, no te tienes lástima, tampoco hay nostalgia, ves el tiempo del olvido similar al de sueño: atemporal, quizá.